Hola de nuevo a los lectores asiduos y nuevo hola para los que se estrenan. El post está a cargo de María López Gutiérrez y Yolanda Saiz Jerez, psicólogas en prácticas en el Departamento de Psicología Clínica de CIPSA.

Madurez e inteligencia emocional

La madurez es un término amplio. En psicología se conoce como la capacidad de una persona para reaccionar adecuadamente a las situaciones o al entorno, controlar las emociones y comportarse de manera responsable, es decir, poniendo cuidado y atención en lo que hace o decide, respondiendo de algo o por alguien y acatando las consecuencias de lo que hace.

Un componente importante de la madurez es la inteligencia emocional, la cual se compone de cinco elementos fundamentales: el autoconocimiento emocional, que permite identificar y entender lo que se siente en cada momento; el autocontrol emocional, que ayuda a manejar adecuadamente las emociones, especialmente en situaciones difíciles; la motivación, que impulsa a alcanzar metas personales superando obstáculos; la empatía, que consiste en percibir y comprender los sentimientos de los demás, favoreciendo relaciones más respetuosas; y las habilidades sociales, que permiten interactuar de manera efectiva, resolver conflictos y trabajar en equipo.

Madurez y biología

Desde un enfoque biológico, nos referimos al estado en el que las capacidades mentales y físicas de un individuo están plenamente desarrolladas. El cerebro, concretamente la corteza prefrontal, sigue desarrollándose hasta la adultez temprana (alrededor de los 25 años), lo que puede influir en la capacidad de regular las emociones y tomar decisiones.

Sin embargo, la edad biológica no necesariamente determina la madurez. Una persona mayor puede ser emocionalmente inmadura, mientras que otra joven puede ser madura emocionalmente. Aunque no existe una edad biológica específica para alcanzar la madurez, las experiencias vitales y el desarrollo cognitivo pueden influir en ésta.

Madurez emocional

Las personas que reflexionan sobre sus acciones y piensan sobre su propio proceso de pensamiento tienden a ser más competentes socialmente y emocionalmente maduras en la adultez.

La madurez se alcanza a través de la autonomía, independencia y responsabilidad. Cuando estas características no se dan hablamos de inmadurez emocional.

¿Cómo se manifiesta la inmadurez emocional?

Puede manifestarse de diferentes formas:

  • Miedo al compromiso. Temor que una persona puede experimentar cuando piensa en establecer una relación a largo plazo, ya sea sentimental, laboral o de otro tipo. Puede estar relacionado con el temor a perder la independencia, a no cumplir con las expectativas, a equivocarse, o a enfrentarse a cambios importantes en la vida y puede hacer que alguien evite o postergue compromisos serios.
  • Falta de auto-conocimiento. Proceso de entenderse a uno mismo en profundidad que incluye conocer nuestras emociones, pensamientos, valores, fortalezas, debilidades, intereses y motivaciones
  • Incapacidad para identificar, expresar y autorregular emociones, teniendo en ocasiones reacciones exageradas y con tendencia a la irritabilidad y reactividad.
  • Predisposición a reaccionar de forma inesperada, rápida y desmedida ante una situación externa que puede resultar amenazante, sin tener una reflexión previa ni tomar en cuenta las consecuencias que pueden provocar sus actos
  • Falta de sentido u objetivo en la vida. Se refiere a una sensación de vacío, desconexión o incertidumbre sobre el propósito o la razón de nuestras acciones y existencia.
  • Baja voluntad para hacerse cargo de la propia vida, lo que puede generar cierta dependencia de otras personas. Se refiere a la falta de motivación, determinación o compromiso para tomar decisiones y asumir la responsabilidad de nuestras acciones y su impacto.
  • Dificultad para reconocer errores y críticas. Tendencia de una persona a tener problemas para aceptar cuando ha cometido un fallo o cuando recibe comentarios negativos y puede deberse a una falta de autoconciencia, orgullo o miedo a la culpa.
  • Dificultad para asumir responsabilidades. Implica no afrontar las consecuencias personales de los propios actos, evitando el reconocimiento del impacto de lo que uno hace

La madurez emocional no es un destino ni una meta final, sino un viaje que se transita con esfuerzo y dedicación.

Como siempre, un abrazo de 20 segundos para cada lector/a.


María López Gutiérrez y Yolanda Saiz Jerez
Psicólogo en prácticas en el Departamento de Psicología Clínica
del Centro Interdisciplinar de Psicología y Salud, CIPSA

Ángela Carrera Camuesco
Psicóloga Clínica y directora de CIPSA 

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