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Un problema silenciado: el Suicidio (III)

SEÑALES DE ALARMA DE RIESGO DE CONDUCTA SUICIDA

Hola de nuevo a los lectores asiduos y nuevo hola para los que se estrenan.

El post está a cargo de Sandra  Calzada Edesa alumna en prácticas de psicología en CIPSA.

En un artículo publicado con anterioridad en este blog, se abordó el tema del duelo. Hoy, tratando de cerrar el tema de suicidio, escribo  sobre las personas que sobreviven a la pérdida de una persona por suicidio.

En el caso de los familiares y allegados de una persona que se ha suicidado, el duelo se diferencia porque suele causar una culpa irracional, la estigmatización social, pensamientos reiterados buscando el por qué y a veces, la ocultación y la vergüenza.

Si tienes en tu entorno a alguna persona que está pasando por un duelo por suicidio, podrías ayudarla respetando sus tiempos, sus silencios, escuchando lo que quiera o pueda compartir, sin presionar para que cuente aquello que no quiere o para lo que no está preparada, sin dar respuestas (ni tan siquiera de ánimo/consuelo), mejor utiliza un gesto como un abrazo.

Si es un niño el que se ve afectado por un duelo por suicidio no se le debe ocultar la verdad con la finalidad de protegerlo, porque es consciente de que la persona no está y buscará sus propias explicaciones para tratar de entender qué ha pasado (podría culparse por creer que la persona ha fallecido por un mal comportamiento que tuvo o porque en algún momento de enfado deseó su muerte, que no le quería y por eso ha fallecido o se ha marchado). Se debe adaptar la respuesta que se da sobre lo sucedido a la edad del menor, sin dar más explicaciones que la respuesta más sencilla a sus preguntas. Y es saludable que el niño pueda participar del duelo familiar, permitiéndole expresar sus emociones.

Si tú eres la persona que se encuentra transitando el duelo, si eres el superviviente, trata de apoyarte en tu entorno. Si te resulta posible, habla de lo acontecido, a sabiendas de que esto va a generar dolor, porque es la manera en la que podrás integrar lo sucedido y liberar las emociones derivadas de ello. Si lo crees necesario y te parece buena idea, busca un grupo de apoyo de duelo por suicidio o alguna asociación de supervivientes donde poder compartir emociones con personas que han pasado o están pasando por la misma situación. Si sientes que no puedes gestionar las emociones y que el malestar es tan grande que afecta a tu vida de manera notable, si tienes pensamientos de muerte recurrentes, incluso habiendo llegado a pensar en el modo en que lo harías, ponte en manos de un profesional de la salud mental que te ayude a resolver el duelo.

También puedes llamar al 024, línea del Ministerio de Sanidad de atención gratuita, disponible 24 horas, 365 días, para personas con ideación suicida, allegados y familiares. O al teléfono de la esperanza, perteneciente a una asociación sin ánimo de lucro que trabaja en la promoción de la salud emocional y la intervención en crisis,

tel: 914 59 00 55 (fijo),

717003717 (móvil) o al

942363745 (teléfono del centro que la asociación tiene en Cantabria, situado en C/ José María de Cossío, 33).

Como siempre, un abrazo de 20 segundos para cada lector/a.


Sandra Calzada Edesa
Psicóloga en prácticas en el Departamento de Psicología Clínica
del Centro Interdisciplinar de Psicología y Salud, CIPSA

Ángela Carrera Camuesco
Psicóloga Clínica y directora de CIPSA 

Imágenes ~ Pexels

 

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Un problema silenciado: el Suicidio (II)

SEÑALES DE ALARMA DE RIESGO DE CONDUCTA SUICIDA

Hola de nuevo a los lectores asiduos y nuevo hola para los que se estrenan.

El post está a cargo de Sandra Calzada Edesa alumna en prácticas de psicología en CIPSA.

Este es el segundo de una serie de 3 blogs sobre este tema para que su lectura sea más fácil y se nos quede más presente la información. Vamos allá… con algunas claves o señales que puedan ayudar en la detección de un posible riesgo de conducta suicida.

  1. Descuido de la apariencia personal.
  2. Incremento de quejas somáticas (dolor de cabeza, de estómago, fatiga…) asociados al malestar emocional.
  3. Modificaciones repentinas y fuertes del comportamiento. Por ejemplo: muestras de agresividad, cambios en la alimentación o el sueño, realización de conductas que ponen en riesgo su vida, evitación de actividades grupales tendiendo al aislamiento, presencia de sentimientos de tristeza, desinterés o indiferencia, descenso de manera abrupta y notable del rendimiento académico y/o laboral, absentismo académico y/o laboral, desprenderse o regalar cosas que aprecian, cierre y/o despedida en redes sociales de manera repentina, interés súbito y desmesurado por arreglar asuntos pendientes.
  4. Afirmaciones negativas sobre uno mismo y el desarrollo de su vida, su futuro. Por ejemplo: “soy inútil y no valgo para nada”, “todos estaríais mejor sin mí”, “la vida no merece la pena”.
  5. Afirmaciones que muestran ideas asociadas con la muerte. Por ejemplo: “estoy cansado, no quiero estar vivo”, “voy a dejar de ser un problema”.

Si tienes en tu entorno a una persona con ideación suicida y ves alguna de estas señales de alarma, escúchala, no restes importancia a sus mensajes ni trates de consolarla, aliéntala y acompáñala a solicitar ayuda de un profesional. También puedes llamar al 024, línea del Ministerio de Sanidad de atención gratuita,  disponible 24 horas, 365 días, para personas con ideación suicida, allegados y familiares. O al teléfono de la esperanza, perteneciente a una asociación sin ánimo de lucro que trabaja en la promoción de la salud emocional y la intervención en crisis, tel: 914 59 00 55 (fijo), 717003717 (móvil) o al 942363745 (teléfono del centro que la asociación tiene en Cantabria, situado en C/ José María de Cossío, 33).

 

Como siempre, un abrazo de 20 segundos para cada lector/a.

Sandra Calzada Edesa
Psicóloga en prácticas en el Departamento de Psicología Clínica
del Centro Interdisciplinar de Psicología y Salud, CIPSA

Ángela Carrera Camuesco
Psicóloga Clínica y directora de CIPSA 

Imágenes ~ Pexels

 

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Un problema silenciado: el Suicidio (I)

Hola de nuevo a los lectores asiduos y nuevo hola para los que se estrenan. El post está a cargo de Sandra Calzada Edesa alumna en prácticas de psicología en CIPSA. Haremos una serie de blogs sobre este tema para que su lectura sea más fácil y se nos quede más presente la información. Vamos allá… con algunos datos y mitos relacionados con el suicidio.

El suicidio es un grave problema de salud pública que arrastra el lastre de haber sido un tema tabú y un estigma social. Aunque ha sido invisibilizado, la dura realidad es que cada año en el mundo fallecen por suicidio alrededor de 800.000 personas. En 2020, en España, se suicidaron 3.941 personas, lo que equivale a 10 personas al día. En 2021, se ha dado un récord histórico con 4.033 suicidios. Si hacemos una comparativa con el número de defunciones  en accidentes de tráfico estos mismos años, 1.370 y 1004 personas, podemos observar la relevancia del problema ya que se multiplica por cuatro. A estos datos hay que sumar que por cada persona que se quita la vida, hay 20 que lo han intentado. Y además, estas muertes dejan a los supervivientes (familiares y allegados) sufriendo estas dolorosas pérdidas.

El suicidio es multicausal, es decir, no existe un único factor que lleve a la persona a quitarse la vida. Se trata de una realidad compleja y de difícil abordaje.  Genera muchos interrogantes y desconcierto en la población general y a niel político, donde el debate sobre la elaboración de un plan nacional de prevención del suicidio sigue abierto.

En este primer artículo sobre el suicidio, pretendo dar a conocer y tratar de eliminar algunos de los mitos sobre el mismo:

  1. Es hereditario. No existen estudios que avalen la existencia de un determinismo biológico. Es posible heredar la predisposición a padecer un trastorno o enfermedad mental, pero esto no tiene por qué culminar en un suicidio.
  2. Ha sido muy valiente/ ha sido un cobarde. Quien decide acabar con su vida, no es ni valiente ni cobarde. Es una persona sin esperanza que trata de terminar con el enorme sufrimiento que siente.
  3. Solo se suicidan personas con graves problemas. El sufrimiento emocional no siempre viene precedido de problemas económicos, sociales, laborales… En ocasiones las personas, bajo una aparente normalidad, sienten soledad, malestar e incapacidad para compartir estos sentimientos.
  4. Solo se suicidan personas con algún trastorno mental. Padecer un trastorno mental es un factor de riesgo, pero no todas las personas que lo tienen se suicidan. Ni todas las personas que se suicidan tienen un trastorno mental.
  5. Yo podría haberlo evitado. El grado de ocultación de la ideación suicida, cuya finalidad es evitar el rescate, dificulta su detección y la posible actuación.
  6. “El efecto contagio”: hablar de suicidio en los medios de comunicación provoca suicidios. Solo una mala cobertura, sensacionalista y morbosa de un suicidio puede afectar a personas que se encuentran en una situación muy vulnerable, incitándoles a copiar esa conducta. Una cobertura mediática seria y correcta tendrá un efecto positivo, alentando a las personas a pedir ayuda.
  7. Quien habla de suicidarse no lo realiza. La realidad es que entre el 80 y el 90% de las personas que se suicidan, han informado a su entorno de su intención. Se debe prestar atención siempre, y nunca restar importancia, a estas comunicaciones.

Como siempre, un abrazo de 20 segundos para cada lector/a.

Sandra Calzada Edesa
Psicóloga en prácticas en el Departamento de Psicología Clínica
del Centro Interdisciplinar de Psicología y Salud, CIPSA

Ángela Carrera Camuesco
Psicóloga Clínica y directora de CIPSA 

Imágenes ~ Pexels

 

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